lunes, 24 de noviembre de 2008

EZLN: Como empezó todo

Subcomandante Insurgente Marcos

Hace 25 años llegó un pequeño grupo de urbanos, o de ciudadanos como les decimos nosotros, no a esta parte de la selva, sino mucho más adentro, lo que ahora se conoce como la Reserva de Montes Azules. En esa zona no había nada, mas que animales salvajes de cuatro patas y animales salvajes de dos patas que éramos nosotros. Y la concepción de ese pequeño grupo —estoy hablando de 1983-1984— era la tradicional de los movimientos de liberación en América Latina: un pequeño grupo de iluminados que se alza en armas contra el gobierno. Y eso provoca que mucha gente los siga, se levante, se tumbe al gobierno y se instale un gobierno socialista. Estoy siendo muy esquemático, pero básicamente es lo que se conoce como la teoría del "foco guerrillero" .
Ese pequeño grupo, de los que quedamos entonces, tenía esa concepción tradicional, clásica u ortodoxa, pero también una carga ética y moral que no tenía precedentes en los movimientos guerrilleros o armados en América Latina. Esta herencia venía de otros compañeros que ya habían muerto, enfrentándose al Ejército federal y a la policía secreta del gobierno mexicano.
Lo que lo hizo sobrevivir fueron dos elementos. Uno, era la necedad o la terquedad que, probablemente, esa gente traía en el adn. Y la otra fue la carga moral y ética que había heredado de los compañeros y compañeras que habían sido asesinados por el Ejército, en estas montañas precisamente. Las cosas se hubieran quedado ahí, con dos opciones: Un pequeño grupo que pasa décadas encerrado en la montaña, esperando algún momento que pasa algo y puede actuar dentro de la realidad social. O terminar, como alguna parte de la izquierda radical en México entonces, como diputados, senadores, o presidentes legítimos de la izquierda institucional.
Lo que pasó entonces es que ese planteamiento fue derrotado a la hora que confrontamos a las comunidades y nos dimos cuenta, no sólo que no nos entendían, sino que su propuesta era mejor.
Algo había pasado en todos los años previos, décadas previas, siglos anteriores. Nos estábamos enfrentando a un movimiento de vida que había logrado sobrevivir a los intentos de conquista de España, Francia, Inglaterra, Estados Unidos, y de todas las potencias europeas, incluyendo la Alemania nazi. Lo que había hecho resistir a esta gente había sido un apego a la vida que tenía que ver mucho con la carga cultural. La lengua y la forma de relacionarse con la naturaleza presentaban una alternativa no sólo de vida, sino de lucha. No les estábamos enseñando a nadie a resistir. Nos estábamos convirtiendo en alumnos de esa escuela de resistencia de alguien que llevaba cinco siglos haciéndolo.
Los que venían a salvar a las comunidades indígenas fueron salvados por ellas. Y encontramos rumbo, destino, camino, compañía y velocidad para nuestro paso. Lo que llamamos "la velocidad de nuestro sueño".
En el momento en que el pequeño grupo guerrillero hace contacto con los pueblos, hay un problema y una lucha. Yo tengo una verdad —yo, el grupo guerrillero—, y tú eres un ignorante, te voy a enseñar, te voy a adoctrinar. Error y derrota.
A la hora que se empieza a construir el puente del lenguaje, y empezamos a modificar nuestra forma de hablar, modificamos nuestra forma de pensarnos a nosotros mismos y de pensar el lugar que teníamos en un proceso: servir.
De un movimiento que se planteaba servirse de las masas, los proletarios, los campesinos, los estudiantes, para llegar al poder y dirigirlos a la felicidad suprema, nos estábamos convirtiendo, paulatinamente, en un ejército que tenía que servir a las comunidades. En este caso, las comunidades tzeltales, que fueron las primeras donde nos instalamos. El contacto con los pueblos significó un proceso de reeducación más fuerte y más terrible que los electroshocks que acostumbran en las clínicas siquiátricas.
¿Qué pasó después? El EZLN se convierte en un ejército de indígenas, al servicio de los indígenas, y pasa de los seis con que empezamos el EZLN, a más de seis mil combatientes. ¿Qué es lo que detona el alzamiento? ¿Por qué decidimos alzarnos en armas? La respuesta está en los niños y las niñas. No fue un análisis de la coyuntura internacional. No era propicia para un alzamiento armado. El campo socialista había sido derrotado, el movimiento de izquierda en América Latina estaba en una etapa de repliegue. En México, la izquierda lloraba la derrota después de que Salinas de Gortari no sólo había hecho un fraude, sino había comprado a buena parte de la conciencia crítica de la izquierda.
Por diversas partes empezó a surgir esta inquietud. Vamos a decirlo por su nombre: esta rebeldía, en las mujeres zapatistas, que había que hacer algo. Nosotros hicimos lo que teníamos que hacer, entonces, que era preguntar a todos qué íbamos a hacer. Hubo en 1992 una consulta, y pueblo por pueblo se realizaron asambleas. Se planteaba el problema. La disyuntiva era muy sencilla: si nos alzamos en armas, nos van a derrotar, pero va a llamar la atención y van a mejorar las condiciones de los indígenas. Si no nos alzamos en armas, vamos a sobrevivir, pero vamos a desaparecer como pueblos indios. La lógica de muerte es cuando nosotros decimos: no nos dejaron otra opción. Ahora, los que llevamos más tiempo aquí decimos: qué bueno que no teníamos otra opción.
Los pueblos dijeron: para eso estás, pelea con nosotros. No se trataba sólo de una relación formal, de mando. Porque formalmente era al revés: el EZLN era el mando y los pueblos eran los subordinados. Pero en los hechos era al contrario: los pueblos sostenían, cuidaban y hacían crecer al EZLN. Fue importante también la participación de un compañero mestizo, de la ciudad, el Subcomandante Insurgente Pedro, que cae combatiendo el primero de enero de 1994.
Pasó lo que pasó. Se abre una etapa de resistencia donde se pasa de la lucha armada a la organización de la resistencia civil y pacífica. En este proceso cambió la posición del EZLN respecto al problema del poder. Y esta definición es la que va a marcar de manera más honda la huella en el camino zapatista. Nosotros nos habíamos dado cuenta —y en el no­sotros ya van incluidas las comunidades, no sólo el primer grupo— que las soluciones, como todo en este mundo, se construyen desde abajo hacia arriba. Y nuestra propuesta anterior, y toda la propuesta de la izquierda ortodoxa hasta entonces, era al revés: desde arriba se solucionan las cosas para abajo.

sábado, 13 de septiembre de 2008

¡¡¡PRESOS POLÍTICOS LIBERTAD!!!

La Otra Campaña es un movimiento nacional e internacional de izquierda anticapitalista, que nace a partir de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional. En México, este movimiento, que inicio el 16 de septiembre de 2006, busca enlazar las diferentes resistencias que existen a lo largo y ancho del país para construir un Programa Nacional de Lucha que plasme las demandas y reivindicaciones de los de abajo.

El Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT), integrantes de la Otra Campaña, nació en 2001, cuando el gobierno de Vicente Fox intento despojarlos de sus tierras para la construcción de un aeropuerto. Los campesinos de Atenco, organizados en el FPDT, defendieron sus tierras y echaron para atrás el proyecto del nuevo aeropuerto. Desde entonces el machete, su instrumento de trabajo, se ha convertido en el símbolo de la solidaridad que brindan a muchos movimientos y resistencias de abajo.

El 3 de mayo de 2006, el gobierno del PRD de Texcoco, reprimió a un grupo de vendedores ambulantes y el FPDT acudió rápidamente para apoyarlos. Al enterarse de esta situación, integrantes de la Otra Campaña se trasladaron ya muy avanzada la tarde hacia el lugar del conflicto. En la madrugada del 4 de mayo más de 5000 policías de distintas corporaciones estatales y federales sitiaron el pueblo de Atenco. La brutalidad policíaca dejo un saldo de dos jóvenes muertos, más de 200 detenidos que fueron salvajemente golpeados y más de 30 mujeres violadas por los policías.

Ya pasaron más de dos años desde que ocurrieron estos hechos. Los policías y los responsables de esta salvaje demostración de la verdadera función del Estado gozan de libertad y completa impunidad. Por otro lado, a Ignacio del Valle, campesino de Atenco y líder del FPDT, ha sido condenado a más de 112 años de prisión por defender su tierra. Además de Ignacio del Valle, aun siguen recluidos 12 presos políticos del FPDT y de la Otra Campaña en los penales de Molino de Flores y del Altiplano, a quienes han sentenciado a más de 30 y 67 años de cárcel por el mismo "delito".

Ante estos hechos invitamos a participar en la campaña permanente por la liberación de los preos politicos de Atenco y de la Otra Campaña, ya que han sido las diversas movilizaciones en México y en el mundo lo que a ayudado a ejercer presión al gobierno y de esta forma obtener la libertad de más de 200 presos por los hechos del 3 y 4 de mayo en Atenco. Pero la solidaridad y las movilizaciones no se pueden quedar ahí, deben continuar hasta que ya no sea necesario gritar: ¡No estamos todos, faltan los presos!


¡PRESOS POLITICOS LIBERTAD!

¡SI TOCAN A UNO NOS TOCAN A TODOS!

¡NI PRI, NI PAN, NI PRD… LA OTRA CAMPAÑA CONTRA EL PODER!

Para más información escríbenos a laotra.ipn@gmail.com , o entra a http://laotraipn.blogspot.com/ o visitanos en el salon 300, tercer piso, edificio 10 de la Escuela Superior de Ingenieria y Arquitectura, Unidad Zacatenco del IPN

lunes, 1 de septiembre de 2008

EZLN: 24 años después

Jaime Martínez Veloz
Después de 24 años de trabajo organizativo, lucha social y experiencias vividas, el EZLN ha consolidado su presencia en el territorio chiapaneco. Con discreción, orden y disciplina, los zapatistas han podido construir un nuevo modelo de trabajo o, como dicen ellos, un nuevo modo de hacer las cosas, donde a partir de una práctica cotidiana de la autogestión, la solidaridad, la creatividad, la cooperación y organización comunitaria han mantenido la cohesión de sus comunidades.
A los zapatistas nada les ha sido fácil, ni nada les ha sido regalado. Lo logrado ha sido gracias a un enorme esfuerzo y a una alta cuota de sacrificio de sus integrantes. Mayor significación tiene cuando sus logros se han producido en medio de condiciones difíciles y complicadas.
Desde los primeros años en que desarrollaron su trabajo, tanto en el frente de masas como en la organización clandestina, se formaron al amparo de una convicción: “mandar obedeciendo”. Los años anteriores al levantamiento les permitieron consolidar una fuerte presencia en comunidades, muchas de las cuales se reconocieron zapatistas. La estrategia en su formación guerrillera puso distancia frente a métodos utilizados por otras guerrillas para allegarse fondos mediante secuestros o acciones que caen en el terreno delictivo y que han sido rechazadas por la opinión pública.
La apuesta zapatista de construir una base social organizativa como sustento fundamental de la acción armada, financiada con los modestos recursos de sus integrantes, ha sido el distintivo que ha alejado al zapatismo de cualquier acción que lo vincule con acciones terroristas que pudieran justificar la acción represiva del Estado mexicano. El levantamiento zapatista fue caracterizado por la primera Cocopa como “expresión de una insurrección comunitaria, producto de causas fundadas que lo originaron”.
La irrupción zapatista en el escenario nacional trajo modificaciones sustantivas. Las subsecuentes reformas electorales al primero de enero de 1994 fueron realizadas por una demanda de la sociedad mexicana, pero también por el reconocimiento tácito a la justeza de los reclamos zapatistas. Tal vez esto no quiera ser reconocido por los partidos políticos, pero el levantamiento armado contribuyó a la creación de un nuevo escenario electoral y a una redistribución del poder político. Hoy el modelo electoral mexicano dista mucho de ser el mejor y más adecuado para los mexicanos, pero es muy diferente al de antes de 1994.
El diálogo entre el EZLN y el gobierno federal estuvo amparado por una Ley para el Diálogo, cuya fortaleza radica en expresar la voluntad de las partes, sobre todo de la sociedad mexicana, que desea una solución de fondo a la problemática planteada por los zapatistas, por vía de la negociación. El EZLN puso su parte, el Estado Mexicano incumplió los compromisos contraídos en San Andrés. Aunque el estatus del diálogo que ampara la ley vigente es de “suspensión”, no de “ruptura”, la reanudación de esta vía tendrá que pasar por el cumplimiento de los acuerdos de San Andrés, cuyo contenido principal ha hecho suyo la Organización de Naciones Unidas.
Luego de la suspensión del diálogo y desde antes, en un doble discurso el gobierno, mientras decía querer dialogar, apoyaba una estrategia de contrainsurgencia y acorralamiento de las fuerzas zapatistas. Expedición de títulos agrarios, habilitando a campesinos como ejidatarios en tierras ocupadas por los zapatistas, encarcelamiento de líderes y bases de apoyo zapatistas, matanzas indiscriminadas, fomento de las deserciones y el paramilitarismo, ofrecimiento de apoyos oficiales a cambio de renuncias públicas al EZLN, minimización del conflicto, campañas mediáticas antizapatistas fueron, entre otras, acciones que dominaron el escenario chiapaneco durante el mandato del presidente Ernesto Zedillo y los varios gobernadores interinos que Chiapas tuvo durante ese sexenio.
En medio del hostigamiento, el zapatismo tuvo la capacidad de salir adelante y perfilar una nueva iniciativa política a principios de 2001, mediante la marcha exitosa que culminó con la presencia de los zapatistas en la tribuna del Congreso de la Unión, donde el debate entre los legisladores traspasó las fronteras de las formalidades parlamentarias para ubicarse en un terreno donde el elemento principal que introdujo la petición zapatista para hacer uso de la tribuna de San Lázaro no radicaba en que fuera un asunto de normatividad legislativa, sino en otro mucho más profundo que cuestionaba al actual modelo de la democracia mexicana, la cual aún no incluye a todos los mexicanos, en este caso a los pueblos indígenas.
A pesar del éxito de la marcha y las expresiones públicas del presidente Fox, la culminación del proceso legislativo que dictaminó la iniciativa de ley indígena produjo un resultado ajeno a lo pactado en San Andrés Larráinzar, con una reforma constitucional que hizo a un lado el arduo proceso de negociación entre las partes. El nuevo escenario permitió que de nueva cuenta los zapatistas sacaran la creatividad que los ha caracterizado con las juntas de buen gobierno como una nueva forma de organización que este año cumple un lustro de actividades sostenidas mediante un método de trabajo que ha permitido procesar diferencias, definir esquemas de trabajo y vincularse organizadamente entre los miembros y quienes no lo son.
Los miembros de las juntas de buen gobierno se van rotando entre los integrantes de la comunidad, y han entendido que el servicio que brindan no significa obtener privilegios individuales, pero fortalece la integración comunitaria que permite sentar las bases para el desarrollo de los pueblos. Esta experiencia es un nuevo modelo en la toma de decisiones del que hay mucho que aprender y mucho que saber.

***
Durante toda su existencia, los zapatistas han tenido que sortear momentos y circunstancias difíciles. Hasta ahora han podido lograrlo gracias a la conjugación de una serie de factores, ligados principalmente con su disciplina y vocación hacia el trabajo de organización interna y análisis prospectivos de la realidad nacional.
Un momento complicado que tuvieron que remontar, previo a la creación de las juntas de buen gobierno, fue el desconocimiento de facto que hizo el gobierno federal de los acuerdos de San Andrés Larráinzar, firmados por él mismo y el EZLN.
Habíamos llegado a esa etapa después de haber sorteado un conjunto de dificultades y provocaciones promovidas desde algunas esferas gubernamentales o de núcleos de poder económico y político del país.
La situación interna no era sencilla, dado que la dirección zapatista había caminado por el sendero de la política, como una apuesta para lograr sus reivindicaciones, y ésta había fallado por la frivolidad, el cortoplacismo o la mezquindad del gobierno.
El aliento de esperanza que representaban los acuerdos de San Andrés fue borrado por la negativa gubernamental para cumplir lo pactado por sus representantes.
La carga de descalificaciones contra los acuerdos pactados y la iniciativa de ley derivada de los mismos, se ponían en batería y se usaron todos los medios al alcance del Estado mexicano para generar una percepción ciudadana contraria al espíritu y contenido de lo acordado en San Andrés, entre el gobierno federal y el EZLN.
Los argumentos en contra de la iniciativa de ley, elaborada por la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa), rayaban en lo ridículo, pero sobraban patiños que se alquilaban para justificar el incumplimiento gubernamental.
Entre otras cosas, decían que “la Cocopa se prestó al juego del EZLN para balcanizar al país”, que los zapatistas “quieren crear un anticonstitucional cuarto nivel de gobierno” y “pretenden imponer a todos los usos y costumbres indígenas, cuando éstos son violatorios de los derechos humanos”, que “la iniciativa Cocopa carece de técnica jurídica”... La retahíla de sandeces se repetía sin parar por todos los medios habidos y por haber. Los intelectuales “inorgánicos” del régimen repetían una y otra vez el guión elaborado por Gobernación.
La iniciativa Cocopa transcribe textualmente los términos y las palabras que dan forma a cada uno de los compromisos contraídos. Por ejemplo, los acuerdos de San Andrés reconocen que “las comunidades indígenas serán reconocidas como entidades de derecho público” y el traslado literal de este texto al cuerpo de la iniciativa de ley indígena, motivó serios y majaderos reclamos del gobierno federal. A fuerza de calificativos y distorsiones mediáticas, el gobierno intentaba persuadir de que no había firmado lo que firmó. Paralelamente a su irresponsable actitud, prohijó y fomentó una estrategia de contrainsurgencia para golpear a las bases zapatistas.
El diseño del proceso de negociación y la agenda pactada por las partes del conflicto contemplaba las principales preocupaciones nacionales. Estaba la mesa puesta para una profunda reflexión nacional sobre los temas que hoy gravitan en el imaginario colectivo: recursos naturales, reforma política, medios de comunicación, derechos sociales, justicia, bienestar social, derechos de la mujer, entre otros, son temas que quedaron pendientes de discutir en San Andrés y hoy son parte consustancial del debate nacional.
Frente a los hechos que han aparecido y que padece la sociedad mexicana, se confirma que los zapatistas tenían y tienen una percepción del desenvolvimiento de los sucesos nacionales.
Por ello, con la discreción que caracteriza al EZLN, se puso a construir una forma organizacional que les permitiera, a partir de su propia realidad, mantener la cohesión interna y la atención de sus comunidades, mediante un ejercicio de gobierno del que mucho tenemos que aprender los mexicanos. Con pocos recursos y mucho ingenio, diseñaron un esquema táctico que les ha permitido sobrevivir durante el tiempo transcurrido después del desconocimiento de los acuerdos de San Andrés, logrando importantes éxitos en materia de salud, educación y consolidación interna. Su presencia y solidez ha sido un factor esencial en un estado cuya historia contemporánea está ligada al zapatismo.